CALIXTO SEIJAS: PERFIL DE UN PIONERO
Calixto Seijas Ruiz-Zorrilla nació en Hontoria de Valdearados, no muy lejos de Aranda de Duero, el 17 de junio de 1868, del matrimonio formado por José Seijas Galarraga, médico, y Regina Ruiz-Zorrilla Martínez-Conde, maestra en la misma localidad, según recuerda una vecina de dicha villa por haberlo oído a su madre. Conviene advertir que todavía en aquellos años las escuelas dependía de los ayuntamientos y eran estos los que contrataban a quienes consideraban aptos para impartir la enseñanza primaria pública.
Hijo de un abogado compostelano, José Seijas Galarraga, que también ejerció la Medicina en Coruña del Conde, Polanco, Valdezate y La Requejada, nació en Santiago de Compostela, en cuya Universidad obtuvo la licenciatura. Cultivaba la poesía, sin duda influido por su hermano, un poeta gallego de cierto relieve, íntimo de Rosalía de Castro y muerto muy joven. Dejó escrito un libro de poemas que se conserva en la biblioteca de la Universidad de Santiago.
Regina Ruiz-Zorrilla Martínez-Conde, de la parentela del famoso político progresista Manuel Ruiz-Zorrilla, era natural de Aranda de Duero, si bien sus padres procedían de San Pedro del Romeral y de San Miguel de Luena, en la provincia de Santander. En Aranda de Duero, donde la endogamia era la característica de los medios rurales, abundaban unos mismos apellidos y eran habituales los apodos para distinguir a unos de otros, Regina Ruiz-Zorrilla era conocida como La Pasiega por mor del origen familiar. Debía ser mujer de fuerte personalidad a juzgar por lo que de ella escuchó mi mujer a su abuelo Calixto.
La muerte del padre a los 34 años truncó la posibilidad de que Calixto Seijas accediera a los estudios universitarios. Acuciada sin duda por la necesidad, de aquellos tiempos proviene del tópico de “tiene más hambre que un maestro de escuela”, Regina Ruiz Zorrilla retornó a Aranda de Duero, donde disponía de enjutos bienes heredados y del cobijo de algunos familiares. Abrió una tienda de tejidos en la Plaza Mayor, ayudada por Calixto, cuya hermaan Petronila haría buen casamiento con un abogado de la familia Berdugo y fue a vivir a Madrid. Un hijo de ésta, José María Berdugo Seijas, abogado del Estado, intervino, por cierto, en las operaciones particionales de la herencia de la viuda de Calixto Seijas, María Martínez Gómez, en su calidad de testamentario, contador y partidor. El joven CAlixto se integró así en el ramo arandino del comercio. Casó en 1899 con Guadalupe Rozas Martínez, fallecida tres años más tarde, dejándole una hija, María Concepción, heredera de una quinta parte del Monte Torremilanos. Posteriormente contrajo matrimonio con María Martínez Gómez, partienta de su primera mujer y heredera de otra quinta parte. De esta segunda mujer tuvo dos hijos y tres hijas.
Conformaron la personalidad de Calixto Seijas la índole ilustrada de sus padres, las estrecheces inherentes a la prematura orfandad y la ayuda a la madre viuda en el comercio de tejidos y en su administración. No llegué a conocerlo. Pero Conchita me hablaba de su carácter severo, bastante parejo con el de su segunda esposa, así como de su gusto por la buena mesa y de su instinto para los negocios. Vital, ordenado y exigente consigo mismo con los demás, desplegó su actividad en otros ámbitos, además del comercial. Viajaba con frecuencia, en particular a Barcelona, para comprar géneros. Y luego, tras abordar el embotellado de los vinos de Torremilanos, a Bilbao y Madrid, donde tenía sus principales clientes. Lo mismo en el sector comercial que en el vitivinícola, evidenció su perspicacia empresarial.
Muy aficionado al teatro, el joven Calixto se integró en un grupo local con su hermana Petronila. Acaso existan gacetillas sobre aquellas representaciones teatrales en alguna de las publicaciones arandinas de la época, pero no he logrado dar con ellas. Compartía este interés por el teatro con la afición de la lectura. Anotó en un ejemplar de “La Barraca”: “Lo mejor de Blasco Ibáñez”. Cabe deducir que había leído toda o buena parte de la producción del escritor valenciano. Esa afición a la literatura la heredó su hijo Aurelio, en cuya muy selecta biblioteca conservó algunos libros del padre, entre ellos toda la obra de Blasco Ibáñez.
Fuera por su amor a Aranda de Duero o por atraerle también el quehacer político, participó en las elecciones de 1931, junto a otros arandinos de notoriedad, en una candidatura bajo denominación republicana. Carmelo de la Higuera, que conserva documentos arandinos de aquel periodo, y desciende de una rama familiar entroncada con los Rozas, me comentó que los componentes de la candidatura eran monárquicos, pero que adoptaron el marchamo republicano debido a la prohibición de los partidos monárquicos. Algunas noticias familiares hacen suponer, sin embargo, que se sentía republicano, en buena parte debido a su afección hacia la figura de su antecesor Manuel Ruiz-Zorrilla, prohombre del Partido Radical, del que solía reconocer la influencia de su pensamiento político. Ocupó la alcaldía de Aranda en dos coyunturas excepcionales: de 1930 a 1931 y entre 1935 y 1936. Tiempos aquellos, por cierto, en que ni alcaldes ni concejales percibían pecunio alguno. Y tiempos asimismo de incertidumbre en los que solo el espíritu de servicio a la comunidad podía justificar que un hombre tan poco dado al relumbrón asumiera la responsabilidad de la alcaldía. Quienes llegaron a conocer su ejecutoria como alcalde dicen que su gestión en circunstancias tan comprometidas fue equilibrada y eficaz.
Acerca del prestigio y la autoridad social de Calixto Seijas me cuenta uno de los nietos que lo recuerda, ya enfermo, sentado a la entrada de la tienda de tejidos de la Plaza Mayor. Y que él acudían numerosos arandinos para que les aconsejara cómo resolver problemas relacionados con la explotación de sus tierras, sus negocios o los conflictos de lindes y de otra naturaleza a los que hacían frente. Aquellas consultas, que mantuvo hasta los últimos días de su existencia pese a las dolencias que le aquejaban, las realizó llevado por el espíritu de la buena vecindad. Y debieron ser eficaces habiada cuenta de la frecuencia con que se producían.
Fragmento del libro “Torremilanos: cien años de historia 1903-2003) por ismael Medina Cruz